Sea que vivas o no con diabetes, ¿crees que podrías tener, o que has tenido antes, un estado de “glucotoxicidad”?… Explicaré qué es esto y por qué nos puede ocasionar tantos daños a la salud.
La glucosa (azúcar) en nuestra sangre resulta tóxica para el organismo, a partir de que rebase un umbral que en realidad es bastante bajo: cuando ésta excede los 100 mg/dL, o un total de más o menos 4 gramos en todo nuestro cuerpo (de un adulto). La hemoglobina glicada HbA1c es el parámetro que lo establece con más claridad: cuando se encuentra por encima de 5,3%, existe ya un desajuste metabólico y comienzan los daños por glucotoxicidad. Quienes vivimos con diabetes sabemos bien que la glucosa es tóxica por encima de estas cantidades; y es por ello que debemos constantemente monitorear nuestros niveles de glucosa sanguínea (GS).
Por lo tanto, los valores y parámetros que nos llevan a mantener un balance metabólico correcto, son entre 59 y 100 mg/dL de glucosa en sangre. Éste vendría a ser el rango normal que se debería poder mantener todo el tiempo, además de una hemoglobina glicada (HbA1c) de 5,3% o menos. Ya cuando existe un valor superior a 125 mg/dL, hablamos de que existe un diagnóstico de diabetes. (El rango intermedio, es decir entre 100 y 125 mg/dL, sería un diagnóstico de prediabetes).
Cuando consumimos cualquier comida elevada en carbohidratos (compuestos principalmente por glucosa) o azúcares, nuestro cuerpo necesita responder rápidamente a la “inundación” de glucosa. La hormona necesaria para esta respuesta es la insulina. Cuando el cuerpo no es capaz de producir insulina, o ya se está voviendo resistente a ella (los casos de la diabetes tipo 1 y tipo 2/prediabetes respectivamente); puede ocurrir una situación de glucotoxicidad, en la que este azúcar en sangre va dañando poco a poco, de manera progresiva, prácticamente todos los órganos y sistemas de nuestro cuerpo.
Esta toxicidad vendría sucediendo cuando nuestra alimentación (y otros factores del estilo de vida también) favorecen que vivamos en hiperglucemia constante, es decir, un nivel de glucosa en sangre que está constantemente elevado. Es común que exista también un estado de hiperinsulinemia, como preámbulo al desarrollo de diabetes tipo 2 cuando nuestro cuerpo está comenzando a volverse resistente a su propia insulina o ésta no funciona como debería. En este aspecto, por lo tanto, la hiperglucemia y la hiperinsulinemia van muy de la mano; y ambas indican un desajuste metabólico que a largo plazo causa enormes daños a la salud.
De hecho, se ha mostrado en varios estudios que en sujetos sanos, un aumento de los niveles de glucosa sanguínea de tan sólo 20 a 40 mg/dl durante tres días, producen ya una disminución en la sensibilidad a la insulina (es decir inadaptación, mala utilización de los sistemas metabólicos). ¡Esto es muy fuerte cuando nos damos cuenta de que hoy en día, siguiendo la alimentación moderna alta en carbohidratos, hay individuos viviendo así durante años!…
Es por ello que se habla, pues, de glucotoxicidad: el estado metabólico desajustado y desbalanceado en donde nuestro organismo está comenzando a sufrir, poco a poco, grandes daños debido a los altos niveles de glucosa y de insulina en la sangre. Tanto la glucosa como la insulina, son sustancias que en situación de normalidad deberían mantenerse en niveles constantes y bajos a lo largo de nuestra vida. La toxicidad que viene de esta elevación constante, tanto de la glucosa como de la insulina, derivan entonces en daños por hiperglucemia así como hiperinsulinemia, que pronto comienza a traducirse en resistencia a la insulina. Por lo tanto, puede hablarse tanto de glucotoxicidad como de insulinotoxicidad; conceptos que escuché por primera vez del Dr. Richard Bernstein, uno de mis maestros en el camino de aprender sobre gestión de la diabetes para la salud.
Como lo explica este artículo, cabe aclarar que “toxicidad” no es lo mismo que “resistencia”, aunque en este tema ambas cosas van muy de la mano también: cuando nuestro sistema metabólico se sale de balance por la constante hiperglucemia, aparecen daños por glucotoxicidad así como un estado de resistencia tanto a la glucosa (que ya no está siendo bien aprovechada por los músculos) como a la insulina (desarrollando así diabetes tipo 2). Todo esto se traduce, en pocas palabras, en desajustes metabólicos que dañan y comprometen nuestra salud.
Es crucial saber también que la glucotoxicidad no solamente causa daños a quienes vivimos con diabetes, sino a todo el mundo. Sencillamente porque va en contra de nuestro diseño genético. Independientemente de que se tenga o no un diagnóstico de diabetes, los daños por glucotoxicidad existen para cualquier individuo que constantemente dispare su nivel de glucosa sanguínea; principalmente esto suele ser consecuencia de una alimentación basada en carbohidratos, alta en azúcares y productos procesados, así como otros factores de nuestro estilo de vida: hábitos de sueño, ejercicio, gestión del estrés, etc.
¿Qué partes de nuestro cuerpo son dañadas por glucotoxicidad?
Se tenga o no el diagnóstico de “Diabetes”, las consecuencias de la anormalidad glucémica tienen una relación directa con el origen y el agravamiento de enfermedades. Los daños de la glucotoxicidad suceden a nivel de todos nuestros órganos y sistemas. Esta tabla resume algunos:
DAÑOS POR GLUCOTOXICIDAD QUE SE TRADUCEN EN: |
Aumento de grasa abdominal (que es en sí mismo un indicador de síndrome metabólico). |
Diabetes tipo 2 |
Cáncer |
Enfermedades neurológicas (Alzheimer, que ya comenzamos a llamar “diabetes tipo 3”) |
Acné |
Gota |
Enfermedades cardiovasculares |
Disfunción eréctil |
Daños en la vista – Retinopatía |
Síndrome de ovarios poliquísticos (SOP) |
Problemas circulatorios varios, por ejemplo afectación en pies (“pie diabético”) |
Tan sólo en el tema de la retinopatía, hay incontables estudios detallando los daños que la hiperglucemia le hace a nuestros ojos. Sucede así porque los ojos son realmente órganos delicados, con muchas pequeñas partes que pueden dañarse irreversiblemente cuando nuestra sangre está elevada en glucosa constantemente. Son tan pequeñas las venas que irrigan las partes más finas de nuestros ojos, que este azúcar en sangre puede causar daños irreversibles y catastróficos para el buen funcionamiento ocular. Estos artículos nos muestran cómo hay una fuerte asociación entre una hemoglobina glicada HbA1c elevada (y niveles altos de glucosa en ayunas), con la alta prevalencia de retinopatía diabética. También muestran cómo puede existir una retinopatía diabética a partir de un nivel de glucosa en sangre igual o mayor a 126 mg/dl.
¿Por qué es tóxica la glucosa para el organismo humano?
A esta pregunta podría darse una respuesta sencilla y otra más compleja.
La respuesta sencilla es que los seres humanos no evolucionamos consumiendo grandes cantidades de glucosa, ni mucho menos varias veces al día ni como “base” de nuestra alimentación – tal como ahora, equivocadamente, los organismos oficiales de salud nos recomiendan que hagamos. Los cereales, y después los comestibles procesados, sólo aparecieron en nuestra historia muy reciente. Antes de eso, durante millones de años fuimos cazadores-recolectores; siguiendo una dieta basada principalmente en proteína animal, grasas saturadas, y sólo muy pocos carbohidratos en ciertas temporadas y ciertas áreas del planeta.
Por lo tanto, llevar una alimentación basada en carbohidratos y glucosa es anti-evolutivo e incoherente con nuestra genética, ya que el azúcar en sangre comienza a hacernos muchos daños en cuanto excede el umbral bajo que mencioné antes. La historia de la humanidad muestra que durante 2,5 millones de años, los niveles de glucosa e insulina en sangre se mantenían muy estables en casi la totalidad de la población. Es así porque nuestro metabolismo fue forjado por los alimentos que estuvieron disponibles durante nuestra evolución como especie; y éstos fueron la proteína animal, las grasas saturadas, y sólo relativamente pocos vegetales, frutas y frutos secos de temporada y de región.
Una alimentación que dispara la glucosa en sangre varias veces al día, es algo que sencillamente se sale de nuestro diseño genético: es por eso que nuestra sangre tiene relativamente baja tolerancia o un bajo umbral de glucosa tolerable para el organismo.
La respuesta más compleja, adentrándonos un poco más en la ciencia, es que el estado de hiperglucemia daña a nuestro organismo de varias maneras distintas. La afectación sucede por varias vías. Por un lado, el azúcar se adhiere a las proteínas, dejándolas “pegajosas” literalmente. Una simple analítica suele mostrar el grado de “glaseado” de las proteínas de nuestra sangre. La hemoglobina glicosilada Hba1c es uno de los marcadores que indican si una persona tiene la condición de diabetes, o está en riesgo de desarrollarla. Una hemoglobina glicada que rebasa el 5,3%; ya indica una anormalidad glucémica y comienzan los daños por glucotoxicidad.
Por otro lado, existe un mecanismo por el cual la hiperglucemia per se, puede dañar la función de la célula beta (β) del páncreas, empeorando su capacidad secretora, así como alterar la utilización periférica de la glucosa, favoreciendo la insulinorresistencia. La glucosa alta (fuera de rangos normales) produce resistencia a la insulina, y varias respuestas metabólicas tóxicas como el daño de tejidos. Entre ellas: glicosilación de los transportadores. El ambiente crónico con hiperglucemia produce glicosilación o glicación de proteínas, que cambia la estructura de las moléculas alterando sus funciones, en este caso de los transportadores de la glucosa, con una menor captación de glucosa en los tejidos periféricos. Esta hiperglucemia crónica causa un defecto sistemático sobre la función de las células beta.
Se han propuesto cinco mecanismos que podrían explicar la acción tóxica de la glucosa sobre la secreción insulínica: a) La hiperglicemia, por regulación negativa produciría una disminución del transportador de glucosa GLUT 2, en la célula beta. b) Menor actividad de la fosfolipasa C, enzima necesaria para la formación de inositidos fosfatos, que participan en la secreción insulínica al aumentar el nivel de calcio intracelular. c) La hiperinsulinemia y principalmente la hiperproinsulinemia tendrían un efecto negativo (“down regulation”), frenando la síntesis de la hormona. d) Aumento de radicales libres, la glucosa actúa como un radical libre produciendo citotoxicidad. e) Glicosilación de insulina, que disminuiría la acción de la hormona, este último mecanismo es el menos fundamentado.
Es por ello que la hiperglucemia e hiperinsulinemia interactúan una con la otra, pues la elevación de glucosa interfiere con la producción y utilización normal de la insulina, y vice-versa. En breve, un total desajuste metabólico en donde el balance normal de nuestro cuerpo se ve afectado.
Algunas de estas vías de daños por hiperglucemia pueden verse esquematizados aquí:

¿Pueden evitarse o revertirse los daños por glucotoxicidad?
¡Claro!… Si se puede prevenir, también se podría revertir. Como expliqué, esta resistencia a la insulina y años con hiperinsulinemia e incluso hiperglucemia sin tener el diagnóstico de diabetes tipo 2, pueden darse durante meses y años. Dependiendo de la situación de cada persona, su contexto y la causa de esta, se puede revertir esta situación (glucotoxicidad o insulinotoxicidad), pero hay que evaluarlo de forma personalizada. Y el objetivo de revertir este ambiente tóxico, es cambiarlo por un ambiente saludable u óptimo, no es volver a comer todos los carbohidratos y ultraprocesados que nos llevaron al desastre en primer lugar.
Por lo tanto, la parte positiva de todo esto es que la gran mayoría de daños por glucotoxicidad pueden evitarse o revertirse (dependiendo, sin embargo, de qué tan avanzados estén dichos daños). Una gran parte de la respuesta reside en la normoglucemia: es decir, mantener niveles de glucosa en sangre normales la mayor parte del tiempo, cosa que es posible se viva o no con diabetes. Esto se deriva no solamente de llevar una alimentación baja en carbohidratos y coherente con nuestra genética, sino también de la gestión adecuada de muchos otros aspectos de nuestra vida: ejercicio, sueño, emociones, gestión del estrés y de nuestro contexto socio-afectivo, etc.
Las personas con diabetes o sin ella, podemos optar y aprender cómo normalizar los niveles de glucosa en sangre (es decir, vivir en normoglucemia) y tener una vida con salud integral.
Recuerda que el aprendizaje y la educación son, ya no tan sólo “parte de” el tratamiento para la diabetes, sino que son en sí mismos el tratamiento. Y si no vives con diabetes, ¡son la mejor manera de evitarla!… Volvernos expertos en nuestro propio cuerpo – y en dado caso, en la gestión de nuestra propia diabetes – es algo posible y que se vuelve más fácil y seguro si se hace de la mano de un profesional coherente y preparado, que también vive con dicha condición.
Mi experiencia y mis programas:
Soy Rosy Yáñez, soy Nutricionista con Doctorado, experta en Nutrición y Metabolismo, Diabetes, Alimentación Low-carb, medicación efectiva y ayuno intermitente.
Si quieres evitar o prevenir tener diabetes tipo 2, mejorar tu composición corporal tengas o no diabetes tipo 2, o si eres padre o madre de niños o adolescentes con diabetes o eres adulto con diabetes tipo 1 o tipo LADA y quieres seguir aprendiendo sobre el control adecuado de los niveles de glucosa en sangre, te invito a:
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